En el centro de la cosmopolita Buenos Aires, cerca del concurrido barrio de La Boca, se encuentra el riachuelo uno de los más contaminados de la tierra. Es uno de los lugares más pestilentes y corrompidos del mundo y a su ribera viven, en la zona de más alto riesgo, cerca de 11.000 personas expuestas a todo tipo de enfermedades infecciosas, extrañas patologías en la sangre, metales pesados que actúan como agentes cancerígenos, y a grandes basurales.
Oficialmente se llama Cuenca de Matanzas-Riachuelo y son 64 kilómetros, que parten de Boca, en capital federal, protegida por unas barreras que alejan los residuos para que no se espanten los turistas que acuden a visitar el famoso Caminito, y pasan por varios municipios de la provincia de Buenos Aires, como Lanús o Lomas de Zamora. Un pequeño paseo en bote por la zona más cercana a la capital muestra agua completamente muerta, lodo infecto, y basurales continuados, mezclados con un tejido industrial de pequeñas y grandes empresas que vierten sus residuos sin ningún tipo de control. El olor se hace, a tramos, insoportable.
La situación es tan escandalosa que la Corte Suprema, en un fallo sin precedentes de 2008, exigió que las autoridades del Gobierno federal, de la capital y de la provincia pusieran en marcha un plan urgente de saneamiento, que se financiaría con un crédito ya concedido del Banco Mundial.
La lista de “agentes contaminantes” registra unas 4.100 firmas, cuando las principales ONG que trabajan en la zona creen que son cerca de 20.000, algunas de ellas pequeñas, pero igualmente dañinas.
Vía: EL PAÍS