El Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Salamanca (IRNASA, centro del CSIC) ha analizado los efectos que produce la aplicación de residuos orgánicos como abono sobre la degradación de los fungicidas que llegan al suelo tras ser aplicados para combatir enfermedades de las plantas. En concreto, en colaboración con la Universidad de La Rioja, los científicos han estudiado cómo se disipan algunos de estos productos químicos cuando los agricultores aplican simultáneamente al suelo como enmienda un sustrato postcultivo de hongos. Los resultados, publicados en la revista Journal of Agricultural and Food Chemistry, indican que estos residuos orgánicos hacen más lenta la degradación de los fungicidas, lo cual tiene efectos sobre la posible contaminación de suelos y aguas del entorno.
La aplicación de residuos orgánicos a los suelos en combinación con productos químicos para las plantas ya ha sido estudiada anteriormente por el IRNASA, que ha demostrado tanto en el laboratorio como en trabajos de campo que modifica la adsorción, movilidad y degradación de los plaguicidas. En esta ocasión, el trabajo publicado estudia la disipación de cuatro fungicidas de diferente estructura química: iprovalicarb, metalaxil, penconazol y pirimetanil, muy utilizados en el cultivo de la vid para combatir enfermedades como el oídio y el mildiú y la podredumbre.
Un agricultor puede aplicar al suelo del viñedo los sustratos postcultivo de hongos directamente, cuando aún están frescos, o tras un proceso de compostaje, pero según los datos de la investigación las consecuencias son muy diferentes. Con el residuo compostado, disminuye la velocidad de degradación de todos los fungicidas. Sin embargo, el residuo fresco apenas frena la velocidad de degradación en alguno de los compuestos químicos.
La conclusión es que los residuos postcultivo de champiñón “pueden servir para controlar el mecanismo de degradación de los fungicidas”. Esto tiene un aspecto positivo, ya que evitan que se dispersen rápidamente y puedan llegar, por ejemplo, a aguas subterráneas o a aguas superficiales. Sin embargo, como aspecto negativo está la persistencia del producto químico en el ambiente durante más tiempo, aunque “el final deseado para los fungicidas es su transformación en CO2”. Por otra parte, el sustrato postcultivo puede favorecer también la formación de productos de degradación con diferente capacidad de adsorción por el suelo que el fungicida original. Asimismo, las comunidades microbianas del suelo también sufren modificaciones debido a la combinación de residuos orgánicos y fungicidas.
Vía: www.ecoticias.com