El 28 de marzo del 2009, fue interceptado un contenedor con 10.380 kilos de residuos, unos 2.000 compresores de frigoríficos viejos, aún con aceite contaminante y gas con alto poder de calentamiento de la planta de Cespa, la filial de medio ambiente de Ferrovial, en Galicia, en un carguero que había partido 4 días antes desde el Puerto de Vigo y con destino final de Port Kasim, el segundo puerto de Pakistán, para ser desguazado y recuperar el metal, operación más rentable que extraer previamente el gas y el aceite y tratarlos por separado, algo obligatorio en Europa.
Por ley, desde 2005, cualquier aparato que tenga una pila o un enchufe debe ser tratado: eliminando los materiales peligrosos (gases, aceites, metales pesados…) para reutilizar el metal (hierro, acero, cobre…).
Ferrovial se desmarca del caso y no se explica cómo acabaron allí esos compresores sin descontaminar. La empresa afirma que no sabe cómo apareció el aceite en los compresores y que no es responsabilidad suya.
Noaman Alam, director de la firma paquistaní Schion International, la empresa que compró la carga, muestra como prueba un correo electrónico de un responsable de Cespa en el que explica que están haciendo todo lo posible por recuperar el contenedor y que ha sido el Gobierno el que les ha impedido exportarlo por estar contaminado.
El contenedor fue retenido durante una operación de la Organización Mundial de Aduanas en 65 países, pero a pesar de esto, el tráfico de chatarra electrónica sucia hacia países pobres, como Pakistán o China, sigue creciendo para eludir el reciclaje.
En 2009 se pusieron en el mercado español 702.000 toneladas de productos electrónicos y eléctricos, pero solo se trataron 124.987 (el 17%). No todo lo que se vende en un año se debe reciclar ese ejercicio. Sin embargo, la gran diferencia entre lo reciclado y lo que se vende da idea de que algo pasa. Muchas neveras y televisores acaban en chatarreros ilegales, hay robos en los puntos limpios de los Ayuntamientos… Sí, pero aun así algo tiene que estar saliendo al extranjero.
Cuatro responsables de plantas de tratamiento de residuos cuentan que reciben periódicamente llamadas de empresas de Marruecos, China, India, Ghana, Gambia… para comprar la basura. Ramón Altadill, responsable de Electrorecycling, una planta en Barcelona, explica que en el extranjero hay intermediarios que se interesan por comprarle los residuos y recuerda un caso ilustrativo: “Nos llamaron porque los salesianos habían recibido como donación para Bolivia un contenedor con material informático. Cuando lo vimos eran cajas registradoras viejas, lectores de código de barras… casi todo inservible. Tenía valor como chatarra, pero en Bolivia no iba a servir más que para contaminar. Lo desguazamos aquí”. Otras donaciones sí llegaron a su destino.
Vía: EL PAIS