Tratar la ingente cantidad de desperdicios, las aguas contaminadas o los malos olores es todavía uno de los grandes desafíos de Nueva Delhi, donde las autoridades intentan aplicar nuevos sistemas de eliminación de desperdicios.
En la metrópolis india, más de 100.000 personas se dedican a diario a recoger unas 7.500 toneladas de basura, la mayoría de ellos pobladores con pocos recursos y escasa formación que viven en condiciones de vida precaria.
Pero su labor, realizada según conocimientos tradicionales, dista mucho de ser suficiente, y en la gran mayoría de los barrios delhíes es habitual la presencia de basuras, aguas contaminadas, malos olores, y, en general, unas condiciones sanitarias deficientes.
En los últimos años, las autoridades de la capital india se han impuesto el objetivo de privatizar la recogida de basuras para proveer a la población de un espacio limpio, higiénico y sin enfermedades.
Ese intento se basa en la construcción de fábricas de generación de energía a través de la incineración de basura, con plantas como Timparpur-Okhla o Gazipur, situadas junto a basureros en los que se concentran las principales comunidades de recolectores de basura.
Las metrópolis indias están experimentado un rápido crecimiento en las últimas décadas, lo que ha supuesto un verdadero quebradero de cabeza para las autoridades locales a la hora de intentar procesar la enorme cantidad de desperdicios que se generan.
En Nueva Delhi, en particular, las evidentes insuficiencias de la actividad de recogida contrasta con los intentos de sus autoridades por vender la ciudad al exterior como una “capital verde”, en vista de la extensa superficie arbolada con la que cuenta la ciudad.
La tarea de recogida de basura ha seguido hasta ahora una estructura gremial y casi de casta, algo común en un país donde muchos trabajos están relacionados con la lengua que se habla, la religión o la casta.
Por eso, para muchos de estos trabajadores, seguir reciclando basura resulta mucho más sencillo que pensar en un reciclaje profesional.