Chamcar Bei, una localidad de unos 4.000 habitantes situada en la provincia costera de Kep, es uno de los pocos lugares del país donde apenas pueden verse desperdicios acumulados, ya que aquí la mayoría de los desechos vale dinero.
La población ha vivido durante décadas bajo el umbral de la pobreza y con el arroz y la ganadería como casi únicos sustentos de la economía. Así fue hasta 2008, cuando llegó a Chamcar Bei la ONG británica Funky Junk, que ofreció pagar a los vecinos por recoger las bolsas de plástico que se apilaban en cada esquina.
Las botellas, el metal o la madera ya eran compradas por otros comerciantes, pero el resto de desechos se amontonaban a la orilla de los caminos o dentro de los estanques.
Ahora los residentes guardan sus bolsas de plástico en canastos hasta que tienen suficientes para vender y queman el resto de desperdicios, aunque algunos aún se esconden en rincones.
Una vez recolectadas, las bolsas son lavadas y cortadas en tiras, para luego ser tejidas en un pequeño taller que emplea a una decena de costureras del pueblo.
Los trozos de plástico se convierten después en accesorios de moda como gorros y bolsos, aunque también fabrican canastos de diferentes tamaños y coloridos diseños que se venden en lugares turísticos o a través de Internet.
Según un reciente estudio del Ministerio de Medio Ambiente, apenas un 1,5% de los camboyanos cree que es necesario mantener las comunidades limpias para luchar contra el impacto del cambio climático.
Vía: EFEVerde